La
semana pasada saltó la noticia –luego en principio desmentida por fuentes del
club- que durante la celebración por la consecución de la Supercopa de
baloncesto (trofeo que en puridad debería corresponderle al Real Madrid, al
igual que la de fútbol al Barcelona, puesto que cada equipo ganó las dos
competiciones correspondientes en su deporte respectivo) un jugador azulgrana,
de nacionalidad senegalesa y de religión musulmana, entró en un estado de
frenesí –y no precisamente etílico- al ser mojado con cava.
Esto
me trae a la memoria el hecho de que en los grandes premios de Fórmula 1 y de
motociclismo que se celebran en países musulmanes –no he visto todavía a las
hordas presuntamente laicas y realmente
anticatólicas protestar en tales casos por la falta de separación entre
religión y política, es decir, por la falta de aconfesionalidad- las bebidas
espumosas que se entregan a los ganadores no son alcohólicas, sino un sucedáneo
apto para mentalidades mahometanas.
Estaría
bien que en tales países se mostrara con otras religiones en general, y con los
cristianos en particular, el mismo respeto y la misma tolerancia que ellos nos exigen
a nosotros.
A veces,
dándose de cabezazos contra las paredes.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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