Los
políticos de izquierdas –al menos los españoles- unen a su inepcia congénita
una asombrosa desfachatez para vanagloriarse de lo que no hacen. Tan convencidos
están de su autoconcedida superioridad moral que sueltan las mayores trolas sin
el menor sonrojo.
Tomemos,
por ejemplo, las palabras de la inefable (porque no hay palabras que alcancen a
describirla) doña Rojelia, la
alcaldesa de Madrid. Ha dicho, sobre la suciedad en las calles, que la política que hacemos es milagrosa.
Los españoles
nunca hemos sido un pueblo especialmente limpio. Quizá por desidia, quizá por
pura pereza, el hecho es que, en general, mis compatriotas prefieren dejar caer
la porquería al suelo que moverse un poco para echarla en una papelera. ¿Para
qué, si ya vendrá un barrendero que la recogerá? Y con esa línea de
pensamiento, la Villa y Corte –que es la ciudad que tengo más a mano- está, en
general, bastante guarra. En cuanto el servicio de limpieza hace mutis por el
foro por un quítame allá esas reivindicaciones laborales, el paisaje urbano se
torna literalmente nauseabundo. Si a eso unimos la antedicha inepcia
gubernativa, los madrileños chapoteamos casi literalmente en la mierda.
Eso
sí, en treinta años nada ha cambiado: la víbora
con cataratas le echaba la culpa del estado de cosas a la penosa herencia recibida, y la juez
filoterrorista hace lo mismo. Pero ya lleva casi año y medio en la poltrona: si
en ese tiempo no ha logrado solucionarlo, a lo peor es que la cosa no tiene
solución… o que ella no vale para el puesto.
En cualquiera
de los dos casos, que se largue de una vez y que gobierne Rita. Al menos, no
nos darán arcadas al ver la jeta de la alcaldesa (aunque Rita tampoco sea para
tirar cohetes, al lado de la defraudadora fiscal cualquiera parece una reina de
la belleza).
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario