Históricamente,
los políticos españoles han tenido un grave déficit en lo que al empleo de
otros idiomas se refiere. Sin necesidad de remontarnos a Franco hablando en un inglés cacofonético, el mejor inglés que he escuchado a un político español
vivo fue a Javier Solana. Y aunque la gramática la dominaba, y tenía soltura,
su acento era horrible (quizá no sea yo el más indicado para decirlo, como
podría atestiguar alguna lectora del blog), porque parecía que tenía un chicle
en la boca. Pero bueno, seguro que se hacía entender.
Viene
todo esto a costa del ridículo que ha hecho la preñada alcaldesa de Barcelona
al expresarse en francés. Algo poco comprensible (el ridículo, no su discurso,
que eso lo ignoro), dado que lo que llaman catalán no es sino el dialecto
barcelonés del occitano, lengua emparentada con el francés. Vamos, que no debería
haber tenido problemas en no meter la pata en su breve discursito.
Pero
así son los neocom: nunca
desperdician la ocasión de hacer el ridículo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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