Vaya
por delante que entiendo el valor de toda lengua –de cualquier lengua- como un
depósito cultural, y que la pérdida de la misma supone un daño irreemplazable
al acervo del conocimiento humano. Pero entre eso y lo que voy a comentar media
un abismo.
Subidos
al carro de las reclamaciones identitarias, han surgido en Asturias gentes que
defienden que el bable debería establecerse como idioma cooficial en el
principado, y que su coste rondaría los seis o siete millones de euros al año;
una cantidad que ni usted ni yo, estoy seguro ganamos todos los meses. Aunque creo
que la dificultad de entender a un bableparlante sería similar a la de un
gallego parlante –idioma cuya peculiaridad parece residir en no decir ni sí ni
no sino todo lo contrario, y en convertir todos los pronombres en enclíticos-,
estudios más serios demuestran que la cooficialidad del bable costaría diez veces más de lo que afirman sus defensores: el coste total estaría entre los sesenta
y nueve con dos y los setenta y tres con uno millones de euros.
Porque,
volviendo al comienzo de la entrada, si nos empeñáramos en defender el uso de
todos y cada uno de los idiomas que en el mundo han sido, seguiríamos hablando
todos en latín. O en vascuence que, como todo el mundo sabe, es el idioma que
hablaban nuestros primeros padres.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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