Los
que critican a la Iglesia Católica como institución suelen aducir, entre otras
cosas, que es mantenida por el Estado.
Y esta afirmación es realizada incluso por personas que son católicas,
inteligentes o ambas cosas a la vez.
No
estoy de acuerdo con esta afirmación, por más que, de ser cierta, resultaría
perfectamente constitucional. Pero es que es completamente errada. Bien es
cierto que la Iglesia Católica recibe un porcentaje de lo recaudado por el
impuesto sobre la renta de las personas físicas. Pero no es menos cierto que
también lo hacen multitud de oenegés por aquello de los otros fines de interés social, y ninguna de esas voces se alza
reclamando que les quiten la ene que va entre la o y la ge.
Igualmente,
ese dinero que reciben lo reciben porque la gente, como dicen los anuncios, maca la equis en la casilla de la Iglesia
Católica. Es decir, son los propios contribuyentes, sean católicos o no,
quienes, en un ejercicio de suprema libertad, deciden qué quieren hacer con, al
menos, parte del dinero que se les va en impuestos. Porque el dinero público no
es, como dijo la bocachancla egabrense, que no sea de nadie: es de todos y cada
uno de nosotros.
Ahora
es la comunidad musulmana (no queda claro si suníes, chiíes, salafistas,
wahabistas o qué) la que pide su propia casilla para recibir más dinero público (y dale con la burra al trigo con lo de dinero público). Es
decir, que quieren que les financiemos la invasión.
Cerca de milenio y medio, y no hemos aprendido nada.
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