Hubo
un tiempo, quizá no hace tanto, en que los españoles nos comíamos el mundo. No hablo
de las gestas heroicas de la Reconquista, el Descubrimiento y la Conquista, que
también. Si había que levantar un país, se levantaba; si había que hacer una
transición de la dictadura a la democracia de la Ley a la Ley, sin derramamiento
de sangre, se hacía.
Pero,
parafraseando a Robert Allen Zimmerman, los tiempos ha cambiado. Los españoles
nos hemos ablandado. Lo del esfuerzo ya no se lleva. Ahora queremos todo, pero
por la cara. Porque, ¿cómo si no interpretar que siete de cada diez españoles
quieran más gasto social (sea lo que
sea eso, porque lo que para unos es gasto social para otros es financiar
chiringuitos, o subvenciones al maltrato animal, o vaya usted a saber qué),
pero que más de la mitad se opongan frontalmente a pagar más a Hacienda?
En
España no nos hemos enterado de que no hay modo de alcanzar la cuadratura del
círculo.
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