Los
ismos de izquierda –en realidad,
prácticamente la totalidad de los ismos son
de izquierdas, incluidos (por mucho que les duela a los progres)
nacionalsocialismo y fascismo- son muy humanos,
en el sentido de que pocas cosas hay más humanas que ver la paja en el ojo
ajeno y no ver la viga en el propio. O, en otras palabras, aplicar un doble
rasero, una doble vara de medir, a una determinada conducta según provenga de
los propios o de los ajenos.
Hace
un mes tuvimos una demostración práctica (y las que van) de lo que acabao de
decir. En el Ayuntamiento de Zaragoza, un concejal neocom –específicamente, el portavoz de la formación- llamó guapa a la concejal de Hacienda. Invitado a retirar sus palabras (qué manía de retirar las palabras… lo que se ha dicho,
dicho está, y allá cada cual con lo que dice), el neocom se reafirmó en su postura, llamando de paso guapo al alcalde, que le cortó el
micrófono (algo de lo que el neocom,
que debía ser de una inteligencia limitada, tardó en percatarse).
Como
el alcalde lo dijo mucho mejor de lo que podría decirlo yo, reproduzco sus
palabras:
Si otro concejal se hubiera dirigido a una mujer de este salón de plenos a grito pelado llamándole guapa, usted estaría montando un pollo como los que ya conocemos; pero como ha sido usted, le parece estupendo.
Únicamente
señalar que, por mucho que se empeñen los populares
maños, llamar guapa a la concejal no
era un descalificativo (en todo caso
sería una descalificación), ni tampoco un insulto. Era, simplemente, un trato
despectivo que demostraba bien a las claras la nula educación del asno (y que
me perdonen los nobles jumentos) que había rebuznado en el salón de plenos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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