En
los buenos viejos tiempos del comunismo, cuando alguien caía en desgracia se le
purgaba: se le hacía una pantomima de
juicio, se le fusilaba, se le condenaba a trabajos forzados o se le eliminaba,
tanto física como fotográficamente.
Ahora,
en estos tiempos más civilizados, tales métodos expeditivos no están bien
vistos, y los gerifaltes comunistas deben limitarse a expulsar del partido a
los desafectos. Y claro, un desafecto vivo es un desafecto capaz de hablar y
dispuesto a hacerlo. Y si hablas se saben cosas.
Cosas
como la existencia de irregularidades financieras y falta de limpieza
en las consultas internas a la militancia (enorme sorpresa, pardiez). Cosas como
que una obra que se licitó por 649.936 euros costó el doble. Cosas como que la calientacamas del jefe y el secretario
de organización estaban al tanto de lo anterior y no dijeron nada. Cosas como
que el partido recibió los presupuestos de los contratistas para remodelar la
sede dos días antes de publicar la licitación.
Qué
cosas, oye…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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