Cada
vez que oigo que alguien pretende actualizar
alguna obra anterior, se me ponen los pelos como escarpias. Porque esa actualización suele consistir en aplicar
los criterios del presente a algo que fue concebido en el pasado.
Esto
sucede, sobre todo, con las óperas. En cuanto a un director de escena se le
cruzan los cables, empieza a situar la acción donde no debe, y te planta el
ciclo de Los Nibelungos, que
transcurre en un entorno difusamente tardorromano o premedieval, en un
escenario industrial, con los personajes vistiendo gabardinas o chorradas
semejantes.
Hará
cosa de un mes volvió a surgir el rumor de que Michael B. Jordan –el Adonis
Creed de la saga de Rocky- estaba en negociaciones con Warner para ser el nuevo Superman. En realidad, todo el
artículo es una sarta de vaguedades que no lleva a ninguna parte y que no deja
nada claro. Es el mismo problema que tiene Idris Elba cuando se habla de que
encarne a James Bond. El problema no es que el actor sea negro; el problema es
que el personaje es blanco.
Sea
el último hijo de Kripton o el agente con licencia para matar.
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