A
principios de este mes, Lionel Messi recibía su sexto Balón de Oro. Hace un par
de días, Barcelona y Real Madrid jugaban en la ciudad condal el partido
aplazado por los disturbios –que no han cesado totalmente en todo este tiempo-
en Cataluña. Lo segundo me sirve para confirmar lo que había pensado tras lo
primero, y que es lo que da título a esta entrada.
Nadie
duda que el de Rosario y el de Madeira son dos de los jugadores más
determinantes de la última década larga. Quizá no se hayan merecido todos los
balones de oro que uno y otro han recibido (ese de 2010, tras el Mundial de
Sudáfrica… tanto el charnego como el del Fuentealbilla habían ganado los mismos
títulos con el Barcelona que el enano hormonado, pero, además, se habían
llevado la Copa del Mundo), pero sí que han sido importantes para sus equipos.
Algunos
dirán que Messi no ha conseguido nada a nivel de selección, mientras que
Cristiano sí; otros dirán que Messi, con el tiempo, ha ido evolucionando y, sin
perder la puntería, ha aprendido a repartir juego, mientras que Cristiano sigue
siendo un goleador puro, cada vez –por puro imperativo vital- con menos
potencia física. De acuerdo.
En
su origen, tanto el Barcelona como el Madrid jugaban en función de sus
estrellas, todo giraba alrededor de ellas. Con el tiempo, como he dicho, Messi
empezó a diversificar su juego; entre otras cosas porque, también por puro
imperativo cronológico, esa plantilla de ensueño que llevó a que el calvo
melifluo fuese sobrevalorado como técnico (a ese Barcelona le habría hecho
ganador hasta yo, y eso que detesto al equipo) fue disolviéndose. En el Madrid,
en cambio, todo giró alrededor de Ronaldo hasta que se marchó. Fue entonces
cuando el a menudo criticado Benzema dejó de estar a la sombra de Ronaldo y
empezó a ser percibido como lo que es, como lo que siempre ha sido: un
magnífico delantero.
Al
acabar el partido de anteayer –con empate a cero-, el entrenador culé (creo que
fue él), Valverde dijo respecto de sus rivales que ellos son fuertes en estrategia. De donde se deduce que el
Barcelona no, y que lo fía todo, o casi todo, al genio del jugador más
desequilibrante del fútbol reciente y al talento de su portero, mientras que el
Madrid ha sabido variar su juego en función de los jugadores de los que
disponga en cada momento.
Quod
erat demostrandum…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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