martes, 9 de febrero de 2016

El mundo se ha acabado y yo no me he enterado

Lo malo de los ecoapocalípticos (malo para ellos, claro está) es que ha vaticinado tantas veces el fin del mundo, el deshielo de los casquetes polares, el anegamiento de las zonas costeras y tantas y tantas catástrofes más que, dado que ninguna de ellas se ha cumplido, cuando de verdad acierten les pasará como al pastorcillo mentiroso: que nadie les va a creer. Eso, dejando aparte que son, en general, una panda de hipócritas de la peor ralea.
Tomemos como ejemplo al ex vicepresidente de Estados Unidos, Albert Gore. No creo que esté así de hermoso y lozano alimentándose de comida ecológica, ni aunque se la coma por sacos. Además, su mansión consume tanta electricidad como una población pequeña, y acostumbra a viajar en un jet privado que no creo que se mueva precisamente con energía solar.
Sin embargo, es tomado como todo un gurú por esa panda de ecologetas, que acostumbran a creer a pie juntillas lo que dice el bueno de Alberto. Por ejemplo, predijo que el mundo se acabaría en diez años… hace exactamente diez años. Y, sin embargo, aquí seguimos, y parece que seguiremos por una temporada.
Cuando se vayan, por favor, apaguen la luz. Hay que ahorrar…

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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