sábado, 20 de febrero de 2016

Todavía hay clases

Los comunistas –los viejos y los nuevos, los de siempre y los 2.0- se han proclamado siempre partidarios de la abolición de las clases sociales y de la igualdad de todos los ciudadanos. Al menos sobre el papel, claro, porque luego la realidad es muy distinta.

Empezando por el inventor de todo el tinglado, Karl Marx, que vivió mantenido por el hijo de un industrial (que, como buen capitalista del siglo XIX, habrá que suponer que explotaba a ese proletariado cuya liberación el judío alemán propugnaba), y continuando por todos los dictadores que en el mundo han sido, de Rusia a Cuba, de China a Etiopía, de Corea a Venezuela, que viven en lujosas mansiones rodeados de toda clase de comodidades mientras sus compatriotas, literalmente, llegan a morirse de hambre.

Por ello, en cuanto rascas un poco el barniz populista que les recubre, les sale el ramalazo prepotente y soberbio. Le salió a Junior, cuando hablaba de gente de una clase social muy inferior a la mía; y le ha salido al inefable –porque no hay palabras para describirle- alcalde de la Tacita de Plata, que en un pleno le ha espetado a un concejal socialista –partido gracias a cuyos votos ha aposentado sus posaderas en la poltrona de primer edil gaditano- que tenga respeto, que yo tengo una carrera y usted no. Cómo serán las cosas que hasta la pijiprogre Talegón le ha calificado de clasista, rancio y asqueroso.

Por otra parte, el tener una carrera no significa nada. Ahí tenemos a Íñigo Errejón, nada menos que doctor en Ciencias Políticas, que buscando alancear (el apellido marca) a Esperanza Aguirre confundió a Nixon con Reagan. Así que menos ínfulas, don Kichi.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!


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