martes, 6 de febrero de 2018

Nos quedábamos solos

Vaya por delante que no me gustan los carnavales (como tampoco me gusta Halloween, pero ese es otro tema). No me gustan los disfraces, no me gusta el jolgorio, no me gusta que se aproveche para intentar ofender (no lo hace quien quiere, sino quien puede) a los cristianos. No me gusta, pero lo comprendo y (todo salvo lo último) lo admito, aunque ya me supongo que a los que disfrutan con los carnavales tanto mi comprensión como mi admisión les resultarían completamente indiferentes, caso de tener conocimiento de ello.
Parte esencial de carnaval de Cádiz (desconozco si de más lugares) son las chirigotas, en las que no se deja títere con cabeza y se dispara contra casi todo lo que se mueve, siempre (hasta donde sé) con ironía y ese gracejo andaluz (que tampoco me gusta demasiado, pero qué le vamos a hacer, uno es como es). Que alguien sea mencionado en una chirigota debería ser considerado un honor, no una ofensa: quiere decir que se tiene la suficiente entidad como para que se hayan fijado en él para hacerle blanco de su rechifla. A mí, por ejemplo, es prácticamente imposible que alguna vez me tomen como tema.
Por ello, que Andrea Janeiro Esteban, la hija de Jesulín de Ubrique y Belén Esteban, haya requerido la retirada de una chirigota que se burla de ella (desconozco la letra, pero apostaría a que es más bien por persona interpuesta, es decir, su madre) es lo peor que podría haber hecho: no hay mejor desprecio que no hacer aprecio (hoy estoy refranero, a lo que parece), por lo que debería haber dejado pasar la cosa sin darle mayor importancia, aunque por dentro echara humo de la indignación.
Porque si retiraran todas y cada una de las chirigotas en las que se burlan de alguien o de algo, no iba a quedar ni una.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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