martes, 27 de febrero de 2018

Un reino demasiado mundano

Hace ya bastante tiempo que la (alta) jerarquía católica catalana, en la opción entre ser católica –esto es, universal- o catalana, se decantó clara, decidida y mayoritariamente por lo segundo. Seguía en esto la senda marcada por la iglesia católica vascongada, cuyo representante más abyecto fue aquél que preguntó que dónde decía que se tenía que amar a todos los hijos por igual.
Ya estuvo mal que en la jornada del golpe de Estado del primero de Octubre, por otro nombre butifarrendum II, algunos clérigos cedieran sus templos (o, por mejor decir, y aunque no soy ducho en Derecho canónico, aquellos templos cuya administración tenían encomendada) para celebrar votaciones o hacer recuento de votos (probablemente, y dado que, a pesar de la abstención, el número de sufragios emitidos superaba al del censo, aquello fue como la revisitación del milagro de la multiplicación de los panes y los peces).
Ahora, en un nuevo ejemplo de que no saben dar a Dios lo que es de Dios y dejar al César lo que es del César, los obispos catalanes han pedido la libertad de los Jorges, de Forn y del estrábico con sobrepeso.
Quizá, puesto que tanto apego demuestran a lo mundano, habría que enviar a sus eminencias a hacer compañía a los suprascritos… con carácter permanente.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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