lunes, 31 de diciembre de 2018

Café para todos y agua para ninguno

Tradicionalmente, ha venido pensándose que derecha equivalía a nacionalismo e izquierda a internacionalismo (proletarios del mundo, uníos y todas esas pamemas). Esto quizá fuera así hasta hace cosa de un siglo, cuando surgieron los fascimos, ideologías eminentemente nacionalistas, sí, pero también de izquierdas: Mussolini era socialista, y el pintor fracasado del bigotito chaplinesco militó y dirigió un partido que era nacional y socialista (esto que digo suele ser olvidado convenientemente por los progres de toda laya).
Vemos así que las izquierdas también pueden ser localistas, egoístas, insolidarias. En España tenemos un buen ejemplo con la inexistencia de un plan hidrológico nacional y sus correlatos. Ya articulado en las postrimerías del aznarismo, la llegada del rodrigato lo derogó, sólo por el hecho de haber sido aprobado por la derecha.
Ahora, con el sanchismo y su mucho humo y pocas pajas (salvo las mentales), volvemos a lo mismo: los localismos, el enfrentamiento entre regiones, la insolidaridad, el egoísmo en suma. La encargada del pomposamente denominado ministerio de transición ecológica (de transición ¿hacia qué?, me pregunto yo) ha cerrado el grifo del trasvase Tajo-Segura y solo lo activará cuando considere que hay necesidad. Lo que, lógicamente, ha puesto en pie de guerra al Levante español, donde en parte gobiernan sus correligionarios.
Quizá, como he comentado hace poco con uno de mis hermanos, la solución de Vox de eliminar las comunidades autónomas no sea racionalmente factible. Pero unas cuantas competencias sí que habría que recentralizarlas, por el bien de todos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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