miércoles, 19 de diciembre de 2018

Perelandra, un viaje a Venus

Este segundo volumen de la trilogía cósmica de Lewis lleva al protagonista, Ramson, al lugar donde el título español indica.
La obra no tiene la densidad filosófica de un Lem, ni tampoco la carga metafísica de un Stapledon. A cambio, su mensaje teológico –y, más específicamente, cristiano- es palpable, mucho más que en Más allá del planeta silencioso. De hecho, gran parte de la novela es una lucha dialéctica entre Ramson y el demonio para ver quién se hace con, por así decirlo, el alma de la humanidad venusiana (perdón, perelándrica).
De hecho, como escribí en la respuesta a un comentario de la reseña del primer volumen,
Para mí, las obras de Lewis [por error, en el comentario puse Carpenter], aun pudiendo tener la misma carga religiosa que las de Tolkien, son más (por así decirlo) descaradamente apologéticas del cristianismo y, quizá por ello, algo más "duras" de leer (aunque sean novelas mucho más breves). Ahora estoy con la segunda y no diré que los enfrentamientos entre Ramson y el diablo encarnado me resulten aterradores, pero sí quizá estremecedores; tanto por el relato en sí como por las implicaciones metafórico-teológicas que tienen.
Por otra parte, pasadas unas horas desde que lo terminé, la alabanza a coro hecha a Dios al final de la obra me recordó, un poco extrañamente, al Alabados sean con grandes alabanzas con que la multitud reunida en el Campo de Cormallen se dirige a Frodo y Sam tras la caída de Sauron.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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