En este segundo volumen, Hume narra la
vida de Merlín entre los quince y los veinte años; es decir, y aproximadamente,
entre la muerte de Vortigern y el ascenso al trono de Uther Pendragón.
Al modo de Geoffrey de Monmouth, la
escritora australiana da una cierta pátina de historicidad a los hechos que
narra intercalando sucesos históricamente ciertos, como la batalla de los
Campos Cataláunicos, la invasión huna de Italia o las muertes de Aecio y
Valentiniano III. Por ello, la novela es casi una sucesión de acontecimientos
históricos en los que Merlín, como quien dice, pasaba por allí, permaneciendo en el escenario de los hechos el
tiempo necesario para ser testigo de ellos y (podríamos decir) apresurándose a
llegar al siguiente momento importante.
A destacar dos puntos: el primero, que
aunque hay que tener en cuenta que en aquella época se vivía menos y, por lo
tanto, los lapsos vitales se acortaban (infancia, adolescencia, madurez, vejez…
todos ellos se producían a una edad más temprana que en la actualidad), uno se
olvida de que Merlín es poco más que un adolescente –según los cánones
actuales- hasta que la narración lo pone de manifiesto; el segundo, que aunque
dan como padre de Merlín a un humano, y una figura histórica además… no dice
qué demonios se le había perdido a un bizantino en Britania en aquella época.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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