Arrogante y prepotente, Magdalena
Álvarez, Maleni, nunca admitió ningún
error, por grandes que fueran los que cometió. De igual modo, siempre se negó a
dimitir de sus puestos, y fueron sus jefes –Chaves primero, Rodríguez después-
los que se libraron de ella por el principio de la patada hacia arriba. Tal era su soberbia que Maleni llegó a proclamar en sede parlamentaria aquello de antes rota que doblá, ignorando que
negarse a ceder no es siempre una muestra de inteligencia, sino más bien de
todo lo contrario.
Ahora, acosada por el escándalo de los
ERE andaluces y a un paso de ser encausada, ha renunciado por primera vez a un
puesto y ha dimitido de su cargo de vicepresidenta del Banco Europeo de
Inversiones (bien es verdad que cinco minutos antes de que la echaran). Pero no porque se considere culpable –nada más lejos de sus
pensamientos… entendiendo en sentido muy amplio dicho término para referirse a
sus procesos mentales-, sino atribuyendo todo a la sempiterna conjura de la deresha que la izmierda saca a pasear cuando las cosas no salen como ellos piensan
que deberían salir.
Eso sí, no se va a quedar a dos velas:
además de un sueldo de diez mil euros al mes hasta los sesenta y cinco años,
tiene derecho a una pensión vitalicia. Y es que es tan duro el servicio
público…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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