Embarcados en una vorágine antimonárquica –y, por
lo tanto, en el momento presente, anticonstitucional-, los diversos
ayuntamientos gobernados por los neocom
intentan borrar a la corona de la vida pública, aduciendo para ello sus
convicciones republicanas.
En Barcelona o Cádiz se dedican a retirar las
efigies, en lienzo o escultura, del actual Jefe del Estado o de su padre. En
Zaragoza, en cambio, el equipo de gobierno de la capital aragonesa ha decidido
cambiar el nombre al pabellón Príncipe
Felipe para sustituirlo por el de un baloncestista recientemente fallecido
de cáncer (o, como suele decirse en la prensa, tras larga y dolorosa enfermedad, sea cual haya sido la duración de
la agonía y el grado de padecimiento).
De nada ha servido que el pleno municipal haya rechazado el cambio de nombre. Con típica terquedad baturra, los neocom se han empecinado en seguir adelante con el cambio de
denominación, apoyándose en lo que ellos llaman demanda ciudadana.
Como siempre, la izquierda sólo escucha lo que
piden los ciudadanos cuando está de acuerdo con lo que ella desea. En caso
contrario, como quien oye llover…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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