En la final de la Copa de Su Majestad el Rey de
fútbol, las dos aficiones (o, al menos, una parte muy ruidosa de las mismas) de
los equipos en liza dedicaron una sonora pitada al Himno de España y al Rey de
España -es decir, a España- ante la complaciente y risueña mirada del más alto
(por jerarquía) representante del Estado en la comunidad autónoma en la que se
celebraba el partido.
Ya he hablado varias veces del tema. Antes y
después del encuentro se levantaron voces que pedían un castigo ejemplar a los
responsables del citado ultraje. También hubo quienes apelaron a la libertad de
expresión.
Una semana después se celebró la final de la
llamada Liga de Campeones de fútbol. En
ella participó uno de los equipos que intervino en la final de la Copa del Rey;
en concreto, el que jugó en su campo y que, a la postre, acabó ganando el
partido y el trofeo. La afición de ese equipo enarboló banderas secesionistas
en el enfrentamiento contra el equipo italiano. La normativa de la UEFA prohíbe
cualquier tipo de manifestación política en los partidos de las competiciones
que organiza, así que sancionó al equipo catalán con una multa de treinta mil euros.
En España, la Comisión Antiviolencia no hacía más que recabar datos para decidir qué hacer. Los más optimistas barajaban
(barajábamos) el cierre del estadio, la prohibición de disputar la Copa del Rey
durante una o más temporadas… al final, la cosa ha quedado en una multa de sesenta y seis mil euros al equipo de la Ciudad Condal (y otras de diversa
cuantía a los demás implicados, ya sean deportiva o políticamente): por unos
hechos infinitamente más graves, poco más del doble de sanción.
Contra una y otra sanción se han levantado voces,
pero no porque consideren las multas insuficientes (que lo son), sino todo lo
contrario. En lo referente a la competición europea, el defensa central
azulgrana ha dicho que espera que el club actúe (más le vale que no, no vaya a
ser que le prohíban fichar más tiempo); en lo referente a la competición
doméstica, el seleccionador nacional ha dicho que la sanción por los pitos le parece desmesurada.
Me gustaría saber qué dirían si yo, en el uso de mi
libertad de expresión, me pusiese a despreciar a los iberoamericanos o a los
que padecen el síndrome de Down. Seguro que consideraban cualquier sanción que
se me impusiera notoriamente insuficiente.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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