viernes, 7 de agosto de 2015

A buenas horas

Un socialista, en palabras de Manuel Fraga Iribarne, es alguien capaz de decir una cosa y la contraria y sostener que ambas son ciertas. Algunos añaden y progresistas.
El sostener afirmaciones contrapuestas no tiene por qué producirse simultáneamente, ni siquiera consecutivamente. Cuando uno tiene a un socialista, puede estar seguro de que, con el tiempo, se desdecirá de sus afirmaciones más solemnes, casi como si no recordara haberlas hecho… y, es de suponer, confiando en que los demás tampoco recordemos que las hizo.
Un ejemplo típico lo tenemos en el penúltimo presidente del Gobierno de España, ese bobo solemne, como le llamó con gran acierto Mariano Rajoy, que ha traído al país (también al periódico, pero esa es otra historia) más males que los que podrían haber provocado las diez (y no siete, como tan a menudo se dice erróneamente) plagas de Egipto, todas juntas y a la vez.
Ahora, el personajillo se queda tan ancho cuando advierte contra el peligro de la deuda pública y el lío monumental del derecho a decidir. Y esto lo dice quien dilapidó el superávit obtenido durante los gobiernos de Aznar en gastos inútiles, a cual más estúpido e improductivo, culminando todo en ese despilfarro monumental e inútil que bautizó con el nombre de Plan E: un plan de obra pública en el que se incumplieron sistemáticamente los propios requisitos legalmente establecidos y en el que, en ocasiones, costaba más el cartel de la obra que la propia obra en sí. Lo dice aquel cuyo partido vino a sostener que el temor al déficit estaba sobrevalorado y cuyo ministro de Economía y Hacienda nos metió por segunda vez en una crisis en la que ya nos había sumergido diez años antes. Lo dice, en fin, aquél que dijo que el concepto de nación era algo discutido y discutible, que se comprometió a admitir cualquier texto que viniera de la asamblea legislativa de Cataluña y que se humilló hasta extremos indecibles con los terroristas que, con toda probabilidad, le ayudaron a encaramarse al poder.
Lo dice, en suma, el peor gobernante de España en doscientos años: José Luis Rodríguez Zapatero, alias zETAp.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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