Cualquiera que me conozca (demonios, ni siquiera
hace falta conocerme en persona,
basta con leer cualquiera de las entradas de este blog) sabe que soy de
derechas. Nada de centro reformista,
nada de conservador (bueno, puede que
algo de eso sí): de derechas, y punto.
Por ello, desde que he podido ejercitar el sufragio
activo, mi voto ha ido siempre en el mismo sentido: Alianza Popular primero, Partido
Popular después. Nada de UPyD, nada de Ciudadanos, nada de Vox (aunque tienen
todas mis simpatías, votarles a ellos equivale a tirar el voto a la basura y,
en definitiva, sería como votar a la izquierda; lo malo es que muchos parecen
pensar como yo, con lo que es difícil que ese partido tenga éxito en su
meritorio afán).
Por lo tanto, en las próximas elecciones generales –salvo
que se produzca un imponderable de proporciones cataclísmicas- mi voto irá de
nuevo al Partido Popular. Y ello, aunque Mariano Rajoy me haya decepcionado en
temas como la regulación del asesinato de embriones, los impuestos, la defensa
de la unidad de España o la lucha contra el terrorismo. Aunque el gallego defienda
su mandato por la recuperación y la respuesta prudente a Mas (más que prudente, timorata). Aunque haya presentado unos
presupuestos que aprobará antes de lo acostumbrado (mejor eso que arpibarlos
con retraso, como en 2.012, o dejar que los aprueben los que vengan) y, como
todos los presupuestos en vísperas de elecciones, disparen el gasto y hayan
sido tildados de electoralistas (anda
que los demás no harían lo mismo, de estar en la situación del registrador de
la propiedad).
Y lo haré porque la alternativa es peor. Mucho peor.
Infinitamente peor.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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