He
de confesar que no tenía todas conmigo en relación con el tema del (no) apoyo
de las CUP a la investidura de Arturito
Menos. Afortunadamente (para España), ha podido más el asco que le tienen a
un burgués de los suyos como el pírrico
–de victoria en victoria hasta el desastre final- líder de los conservadores
secesionistas catalanes que el odio que profesan por España. No se dan cuenta
que siguiendo esa actitud de que se
fastidie mi capitán, que yo no como rancho demuestran ser tan españoles
como el que más.
Semejante
actitud cerril, de mantenerse –y los de las CUP son lo bastante brutos como
para hacerlo- llevaría a la convocatoria de unos nuevos comicios autonómicos,
los cuartos o los quintos –ya he perdido la cuenta, la verdad- en el período en
el que únicamente deberían haberse celebrado dos. Y en esos comicios parecen
consolidarse las tendencias apuntadas en los anteriores: los convergentes seguirían rompiendo su
suelo electoral (lo de pírrico no lo
decía por nada), mientras el voto secesionista se escoraría aún más hacia el
extremo y el constitucionalista
aumentaría los escaños del Ciudadanos.
Finalmente,
una nota chusca (aún para los estándares de Cataluña, ya bastante elevados de
por sí). Ahora resulta que la asamblea legislativa de la región (me encantan
las perífrasis y, además, si diera la casualidad de que algún necionanista leyera esto seguro que se
sulfuraba por los términos empleados) se ha dirigido al Tribunal Constitucional
diciendo que la proclama separatista era un deseo no vinculante (lo de recular cobardemente también es algo muy
español). Curiosamente, uno tenía la impresión de que se trataba de un mandato
poco menos que imperativo.
Ahora
va a resultar que el grito de viva la
república catalana independiente se trataba solamente de un desiderátum…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!