Cuando creé el término de neocom para referirme al partido de Junior y asimilados (vale, tampoco es que inventara la pólvora), fue un evidente juego de palabras con el manido neocon, que los retroprogres emplean entre despectiva y peyorativamente para motejar a los que, no pensando como ellos, se encuentran a su derecha en el espectro ideológico.
Según estoy escribiendo esta entrada, caigo en que, acabe en ene o en eme, la cosa no tiene demasiado sentido. Los conservadores, por definición, no deberían cambiar; y en cuanto a los comunistas, pocas ideologías habrá más retrógradas y desfasadas que esa.
En resumen, que al decir neocom no quería implicar que la ideología hubiera evolucionado –que no lo ha hecho-, sino que ha adaptado su forma de transmitir el mensaje al siglo XXI. Pero el mensaje no ha cambiado, sigue siendo del siglo XIX.
Por contraposición a los neocom, a los comunistas de toda la vida he dado en llamarles paleocom. Y vaya si son antiguos, sea el agricultor de Argamasilla de Alba o el jovenzuelo de apellido idéntico al del juez prevaricador.
Cuando, tras visitar el Palacio de La Moncloa con motivo del temita catalán, el candidato comunista a la presidencia del gobierno en las próximas elecciones generales dio su rueda de prensa, hizo lo que hacen todos los rojeras del mundo mundial: soltó una chorrada (la única coincidencia entre él y Rajoy era que ese día llovía) y luego amodorró al respetable con las mismas pamemas de siempre (que entre Cataluña y España no pasa nada, que lo que se pretende enfrentar es a la clase trabajadora de ambos sitios y que el principal problema es ese: que hay ricos y pobres).
A propósito, para los photosopheadores comunistas: la bandera republicana, además de ser tricolor, tiene las tres bandas del mismo ancho, so ceporros.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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