Como
dice una amiga mía, la musulmana es la única de las grandes religiones
monoteístas que desde su origen se ha expandido, sobre todo, a sangre y fuego.
Es también la única que hoy en día tiene fanáticos que asesinan a los que no
piensan como ellos en nombre del, para los asesinos, único Dios verdadero.
Por
eso, pretender dialogar con ellos es como intentar hacerlo con el león que te
va a devorar o con el tsunami que te va a sumergir: una estupidez y una pérdida
de tiempo. Lo era antes de los atentados del pasado Viernes, cuando el ministro
español de Asuntos Exteriores (ese miembro del gabinete que de lo que más
parece ocuparse es de Cataluña) abogaba por el diálogo intercultural e interreligioso contra los islamistas y decía
que la alianza de civilizaciones fue una
buena idea (sí, una buena idea para engañar a los bobos que quieren dejarse
engañar por aquellos que lo único que persiguen es someternos en el mejor de
los casos, y acabar con nosotros en el peor).
Y lo
sigue siendo después, cuando doña Rojelia
aboga por el diálogo y la empatía (pero
no dice con quién) y afirma que se
necesitan gestores políticos que valoren la vida y la paz.
Pues
si vis pacem, para bellum, que dice
el adagio latino.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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