Hace
año y medio, Junior dejó (afortunadamente) de ser un gran
desconocido para la mayor parte de los españoles cuando su formación, a la que
he dado en denominar neocom, se
convirtió (moralmente) en la gran triunfadora de las elecciones al Parlamento
Europeo, ya que consiguió cinco escaños, entre ellos uno para el de la coleta.
Digo
que afortunadamente ya no es un desconocido porque en este año y medio se han
ido conociendo detalles del personaje; detalles que pintan un retrato nada
favorecedor si el que lo contempla es alguien que cree en la democracia. Entre
esos detalles está la querencia por regímenes autoritarios como el de
Venezuela; el venderse a teocracias homófobas y expansionistas como la iraní;
el no creer en la libertad de expresión (de los demás), comandando algaradas
(desde una confortable segunda fila) contra quienes pretendían dar una
conferencia en la universidad; el clasismo (hablaba de alguien de una clase muy inferior a la mía) incompatible en quien
ha hecho de la casta un mantra
cansino hasta el hartazgo; el de alguien que, llegado el caso, soluciona las
controversias a puñetazos, y se ufana de ello; el de alguien que apoya a los
asesinos terroristas y no condena a quienes pretenden desmembrar España.
Ahora,
año y medio después, Junior deja su euroescaño. Teniendo en cuenta lo poco que ha ido por allí, es poco probable
que nadie note que ha dejado de ser europarlamentario. Y si alguien se da
cuenta, probablemente suspire aliviado.
Al fin
y al cabo, un pelma menos…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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