domingo, 7 de febrero de 2016

Con el rabo entre las piernas

Cuando algún dignatario no musulmán visita un país islámico, o incluso uno de sus templos (el caso de Bobama esta semana, descalzándose en una mezquita, es paradigmático), ha de respetar sus costumbres para no herir su sensibilidad (sensibilidad que, por lo visto, no se refiere a lapidar adúlteras, ahorcar homosexuales o flagelar apóstatas): las mujeres han de ir cubiertas, unos pasos por detrás de los varones, sin dar la mano, no se puede consumir alcohol ni carne de cerdo…
Y cuando algún dignatario musulmán visita un país no musulmán, también hemos de envainárnosla y renunciar a nuestra cultura para no herir su sensibilidad (se ve que la nuestra debe ser de una categoría inferior). Así ha sucedido con la visita del presidente iraní a Roma: se cubrieron algunas esculturas que representan desnudos en el Campidoglio, donde Rohani fue recibido anoche por el primer ministro italiano, Matteo Renzi. En concreto, se colocaron unos plafones de color blanco alrededor de algunas esculturas en los Museos Capitolinos, dando la apariencia de cubos de madera. Se tomó esta decisión como forma de respeto a la cultura y sensibilidad iraníes, según aseguraron fuentes oficiales. Asimismo, durante la ceremonia institucional tampoco se sirvió vino.
Por decirlo pronto y mal: si empezamos chupándoles ya-sabemos-qué, acabarán dándonos por ya-sabemos-dónde (o viceversa). Y si no, al tiempo.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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