Cuando
algún dignatario no musulmán visita un país islámico, o incluso uno de sus
templos (el caso de Bobama esta
semana, descalzándose en una mezquita, es paradigmático), ha de respetar sus
costumbres para no herir su sensibilidad
(sensibilidad que, por lo visto, no se refiere a lapidar adúlteras, ahorcar
homosexuales o flagelar apóstatas): las mujeres han de ir cubiertas, unos pasos
por detrás de los varones, sin dar la mano, no se puede consumir alcohol ni
carne de cerdo…
Y cuando
algún dignatario musulmán visita un país no musulmán, también hemos de envainárnosla
y renunciar a nuestra cultura para no herir su
sensibilidad (se ve que la nuestra debe ser de una categoría inferior). Así
ha sucedido con la visita del presidente iraní a Roma: se cubrieron algunas esculturas que representan desnudos en el Campidoglio, donde Rohani fue
recibido anoche por el primer ministro italiano, Matteo Renzi. En concreto, se
colocaron unos plafones de color blanco alrededor de algunas esculturas en los
Museos Capitolinos, dando la apariencia de cubos de madera. Se tomó esta
decisión como forma de respeto a la
cultura y sensibilidad iraníes, según aseguraron fuentes oficiales. Asimismo,
durante la ceremonia institucional tampoco se sirvió vino.
Por decirlo
pronto y mal: si empezamos chupándoles ya-sabemos-qué, acabarán dándonos por
ya-sabemos-dónde (o viceversa). Y si no, al tiempo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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