Los neocom –sé que me repito- basaron parte
de su discurso político previo a su entrada en las instituciones en la crítica
a lo que ellos llamaban la casta y en
su apego al sillón, su renuencia a dejar los cargos públicos.
Parece,
sin embargo, que se han contagiado de esa sillonitis
en cuanto han tomado contacto con la cosa pública. Constituido el Congreso de
los Diputados tras las últimas elecciones generales, el acuerdo de la Mesa para
la distribución de los escaños relegó a los integrantes de la formación morada
a lo que, empleando un símil teatral, se denomina gallinero, esto es, la parte más alta del hemiciclo de la cámara
baja.
En una
formación política que de verdad se preocupara por la gente, y no por ellos,
semejante situación les habría importado un bledo. Pero en un partido que vive
de la imagen y del figureo, tal tesitura resultaba de todo punto inadmisible,
por lo que armaron el escándalo y no han parado hasta que han conseguido que
les adelanten unas cuantas filas, de modo que Junior se siente –de momento- inmediatamente detrás del llamado banco azul, esto es, en la segunda fila.
En Podemos se han felicitado por la decisión, diciendo que es lo más justo.
No,
camaradas, no es ni justo ni injusto. Es, simplemente, algo que, en vuestra
opinión, os conviene más.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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