Lo
del concejal Zapata con sus tuits ofendiendo a las víctimas del terrorismo, a
las del holocausto y hasta a las de crímenes normales (en el sentido de producirse con mayor frecuencia que los
dos primeros, aun siendo igual de espeluznantes) y el tratamiento judicial de
los mismos es un lío que desorienta al más pintado: en el plazo de diez días –los
que median entre el primer titular que copié para esta entrada y el último, de
hace un par de días- la cosa ha dado un giro de ciento ochenta grados; aunque
también podríamos decir que de trescientos sesenta, porque nos hemos quedado
como estábamos a principio de mes.
Recapitulemos:
en Diciembre, el juez Pedraz decretó el archivo de las actuaciones. Sin embargo,
la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional le ordenó levantar dicho archivo,
al estimar que había indicios constitutivos de delito en las gracietas del concejal. El juez,
haciendo constar que obedecía lo ordenado por la Sala, ordenó la apertura dejuicio oral. Pues bien, la fiscalía ya se ha pronunciado, solicitando archivar
(otra vez) la causa contra el humorista.
Mientras,
el susodicho ha contratado como asesora a su expareja, con la que abortó a un
hijo de ambos. Cuando se supo el hecho, los neocom
salieron en tromba a defenderle, afirmando que se sacaba el tema del aborto
como medio de desprestigiar un proceso
político de cambio. Con lo fácil que les habría sido señalar que el hecho
de que las personas más cualificadas para los puestos que convocan sean siempre
familiares, parejas o conocidos, se debe única y exclusivamente a la más pura
casualidad (que no causalidad, no me seáis malpensados).
Zapata,
que está más guapo calladito, señaló que le molestaba que se usara para
atacarle lo que definió como el momento
más doloroso de su vida. Para este hombre, el genocidio, los atentados
terroristas o los asesinatos precedidos de violación y tortura deben ser algo
parecido a meriendas campestres…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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