viernes, 12 de febrero de 2016

De casta le viene al galgo

Utilizo este blog, sobre todo, para dos cosas. En primer lugar, como válvula de escape, para decir aquellas cosas que, de ser manifestadas en público (o, al menos, manifestadas directamente a alguien que conozco), harían que me dijeran que me he pasado siete pueblos (de ahí el nombre del blog, como no me canso de decir venga o no venga a cuento). En segundo lugar (no es el caso de esta entrada), a modo de argumentario mental con el que rebato razonada y razonablemente (desde mi punto de vista, claro) los planteamientos y postulados ideológicos de la izquierda (ofreciendo quizá, modestamente, esos mismos argumentos a quienes me leen). Todo esto, claro, no se aplica a las entradas en las que comento los libros que he leído, ni tampoco (en el segundo caso) a aquellos otros (pocos, la verdad) en los que doy caña a la derecha.
Dicho lo cual, paso a desbarrar un poco. Desde el comienzo, califiqué a los integrantes del movimiento 15-M (siempre me ha hecho gracia que se llame movimiento a un grupo de individuos que lo que más hacían era quedarse quietos en un sitio) de delinquidores. Y ello, porque delinquían, es decir, cometían infracciones tipificadas como delitos en el Código Penal. Por ello, cuando he leído que los neocom proponen inmunidad penal para los piquetes sedicentes informativos que sean violentos, y la libertad de los condenados por tales delitos, no me ha extrañado lo más mínimo: al fin y al cabo, están condenados por lo mismo que ellos hacen cuando les viene en gana, esto es, saltarse la Ley a la torera (supongo que la expresión vendrá de Portugal, o quizá de los tiempos en que Manuel Benítez ejecutaba su celebérrimo salto de la rana) y ejercer la violencia contra los que no piensan como ellos. Porque el artículo que proponen derogar penaliza a quienes coaccionen a otras personas a iniciar o continuar una huelga. Para estos comunistas, la coacción sólo es delito cuando la ejercen los demás; cuando la ejercen ellos o sus conmilitones, es libre ejercicio de sus derechos.
Eso, dejando aparte el hecho de que en el hiperconectado mundo actual, en el que todo quisque está al cabo de la calle de lo que pasa y deja de pasar, los piquetes informativos han perdido toda su razón de ser… si se dedicaran verdaderamente a informar, y no a intentar amedrentar a aquellos que no comparten sus postulados.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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