Lo
he dicho muchas veces, y no me cansaré de repetirlo. José Guardiola es un
entrenador completamente sobrevalorado. En el mejor de los casos, es un técnico
corrientito; en el peor, simplemente mediocre. En el aspecto personal, me
resulta una persona completamente repugnante, porque sus modos generalmente
suaves intentan tapar una miseria moral que espanta.
En
ambas cosas se parece al actual seleccionador nacional, Vicente del Bosque. En lo
deportivo, ha tenido la suerte de, por una parte, encontrarse el trabajo hecho
por su predecesor (Luis Aragonés, que sí sabía de fútbol); y, por otra,
cruzarse con la mejor generación que ha dado el fútbol español (la misma que se
encontró Guardiola en el Barcelona con algunos añadidos lógicos). En lo
personal, no llega a los niveles rastreros del catalán, pero el salmantino
esconde, bajo ese halo de bonhomía que le ha colocado casi todo el mundo, un
rencor apenas disimulado hacia el Real Madrid (justificable, pero poco
ejemplar).
Volviendo
al calvo melifluo, además de encontrarse a la citada generación de oro, ha
tenido la suerte de contar a sus órdenes con, probablemente, el futbolista más
desequilibrante de la última década, el enano hormonado. Que lo que hizo en el
Barcelona no tiene demasiado mérito lo demuestra el que Luis Enrique,
prácticamente, haya igualado su hazaña;
que su sabiduría futbolística no es nada del otro mundo lo demuesta el que en
el Bayern de Múnich, un equipo apisonadora
que ríete tú de Madrid y Barcelona, no haya igualado ni lo que hizo en el
Barcelona, ni siquiera el triplete de su inmediato predecesor en el cargo, el
mucho más discreto personalmente Jupp Heynckes.
Guardiola,
además, no sabe fichar. Todos o casi todos los fichajes que hizo en el
Barcelona le salieron rana y se marcharon tarifando con él. Por eso, ahora que
le ha fichado el Manchester City, por mucho que le paguen una millonada y que
los dueños dispongan de chequera casi ilimitada para fichar, estoy convencido
de que se va a pegar un tortazo de mucho cuidado.
Tortazo
porque, a esos niveles, quedar segundo no sirve de nada.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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