Entre
la primera y la segunda ronda de audiencias reales se produjo una serie de
noticias que, como suele ocurrir cuando los acontecimientos se desarrollan a
una cierta velocidad, a la hora de comentarlas han quedado ya obsoletas.
Para
empezar, Pedro Sánchez emprendió una ronda de reuniones con los barones antes
de la reunión del comité federal que se celebró el Sábado, para convencerles de que prefería un gobierno en solitario y no a cualquier precio. Según él, se reuniría
con todos y todas. A propósito de lo
cual, lo de este hombre con el lenguaje políticamente
correcto empieza a ser verdaderamente cargante. Le sale tan natural, tan
poco forzado, lo de compañeros y
compañeras, amigos y amigas, y
demás sandeces que implica dos cosas: tiene esa muletilla completamente
interiorizada… y no debe ser de muchas luces, si es que se ha dejado devorar el
tarro de semejante manera.
Ronda
de reuniones que no parece haberle servido demasiado, vistas las reacciones que
provocó la propuesta de Sánchez de someter al refrendo de las bases cualquier
posible acuerdo de gobierno, a las filtraciones de lo que en teoría era una
reunión a puerta cerrada y de las elucubraciones que algunos analistas hacen en
relación con la hipótesis del voto en conciencia en la sesión de investidura
(es mucho suponer que los socialistas tengan conciencia, pero bueno, tomémoslo
en sentido lato).
Mientras,
y antes de que saltara a la prensa el escándalo de la corrupción del PP
valenciano (un asunto que llevaba tiempo cociéndose, por lo que no es que haya
estallado ahora mismo), Rajoy intentaba tender puentes con quien no hace tanto
tiempo llamaba Naranjito mientras
esperaba que el PSOE acabara estallando (para lo que tampoco hay que correr
demasiado: el poder es la única argamasa que mantiene unido a un partido
político en general y al PSOE en particular, y las tensiones entre los principios
–de nuevo en sentido lato- y el ansia de poder pueden acabar resquebrajando lo
que hasta no hace demasiado parecía cuasi monolítico), y el susodicho apretaba
al secretario general de los socialistas para que no pactara con los neocom… quienes, a su vez, proclamaban
que no apoyarían la investidura del socialista si no se aceptaban sus condiciones.
En todo
este asunto, el único que mostró una cierta altura de miras fue precisamente
Rivera, al declarar que para él la línea roja es la unión de los españoles y manifestar que quiere sentar a la mesa a PP y PSOE para un pacto
por la unidad de los españoles. En cualquier caso, es fácil manifestar esa
altura de miras cuando se concitan dos circunstancias: te pretenden por ambos
lados y tus posibilidades de ser cabeza de un gobierno son, como poco,
remotísimas.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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