lunes, 15 de febrero de 2016

Que se joda

NOTA: Esta entrada es excepcional (aunque creo que no única), en el sentido de estar escrita directamente en el blog, sin haber pasado previamente por el archivo de Word. No por nada, sino porque el enlace a la noticia lo tenía en un ordenador y el pincho USB en otro y, la verdad, no me apetecía sacarlo.
* * *
Ayer por la mañana, después de estar tres cuartos de hora en el gimnasio, fui -es mi rutina (iba a escribir habitual pero eso, sobre ser un retruécano, sería redundancia, porque si algo tiene la rutina es que es habitual; y sí, lo sé, decir que algo es, además de retruécano, redundancia, supone ambas cosas) los Domingos- a comprar los periódicos. De vuelta al coche, en la portada de El Mundo, vi un titular que decía que la alcaldesa de Madrid está muy triste, que llora con lagrimones y que lo que más le duelen son los ataques personales. Mi reacción fue decir en voz alta, sin dirigirme a nadie en concreto y (creo) sin que nadie me oyera tampoco, las tres palabras que dan título a esta entrada.
Ese trío de palabras resume perfectamente lo que supone para mí el dolor que pueda sentir la alcaldesa de Madrid por las críticas que recibe como consecuencia de su actuación política. Ni siquiera me inspiran lástima (por ella, al menos; su nieta, que aparece referida en la crónica, es otra cosa) las hechas ad mulierem, porque más y más duras tuvo que soportarlas su predecesora en el puesto, alguien (en mi opinión) mucho más y mejor preparada que la lista al completo de los neocom al Ayuntamiento de Madrid.
Si tenía la piel tan sensible, que no se hubiera presentado a las elecciones.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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