En
este sexto volumen de la serie que Lucy Maud Montgomery dedicó a Ana Shirley,
la pelirroja que da nombre a la serie cede el protagonismo a sus hijos, que
parecen haber heredado la vívida fantasía de su madre.
Es de
destacar, a mi parecer, el excelente modo en el que la autora se mete en la
mente y los sentimientos de los niños y refleja sus ideas y vivencias con un
tono y un estilo completamente verosímiles.
He leído algunas críticas que señalan la decepción que supuso que la autora no hiciera evolucionar a su personaje epónimo; pero creo que, aunque fuera meritorio, no tendría demasiado sentido dado el tipo de literatura de que se trata y el público –juvenil, fundamentalmente, y fenemino, supongo- al que iban dirigidas sus obras. Por lo tanto, me parece completamente lógico, y hasta coherente, el que Ana pase el testigo, por así decirlo, a sus vástagos… aunque en los dos últimos capítulos la imaginación desbocada de la señora Blythe vuelva a jugarle una mala pasada en forma de angustia vital que finalmente se revela infundada.
He leído algunas críticas que señalan la decepción que supuso que la autora no hiciera evolucionar a su personaje epónimo; pero creo que, aunque fuera meritorio, no tendría demasiado sentido dado el tipo de literatura de que se trata y el público –juvenil, fundamentalmente, y fenemino, supongo- al que iban dirigidas sus obras. Por lo tanto, me parece completamente lógico, y hasta coherente, el que Ana pase el testigo, por así decirlo, a sus vástagos… aunque en los dos últimos capítulos la imaginación desbocada de la señora Blythe vuelva a jugarle una mala pasada en forma de angustia vital que finalmente se revela infundada.
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