En
los políticos en general, pero con los de izquierdas en particular, resulta
perfectamente aplicable aquello de haz lo
que hago, no lo que digo, porque en ninguna otra ideología está más ausente
la ancestral norma de predicar con el ejemplo. Eso sí, buscarán las
justificaciones más descabelladas para (intentar) sostener su contradicción ambulante.
Tomemos
como ejemplo el caso del desalojo por parte de los servicios municipales de los
ocupas llamados Patio Maravillas. A la
manifestación en contra de esta actuación del consistorio madrileño acudieron
varios concejales que, como he señalado en repetidas ocasiones, no han superado
su etapa de activistas callejeros y no son, por tanto, conscientes de que
gobiernan para todos los madrileños, no sólo para los de su cuerda. Y si son
conscientes, no se les da una higa.
Doña Rojelia no vio nada extraño en eso de ser
parte de los que ordenan el desalojo y, a la vez, estar en contra de ese
desalojo. Según ella, los concejales estaban en el ejercicio de su libertad de expresión y lo habían hecho a título individual. Al menos, parecía conservar
la suficiente capacidad de raciocinio como para afearles sus propias contradicciones.
Raciocinio
que debió gastar completamente en ese afeamiento,
porque entre los concejales que defendía a los ocupadores se encuentra la propietaria de nueve inmuebles. La presidente de la Comunidad de Madrid,
Cristina Cifuentes –la rubia de la coleta,
que diría ese gañán (y perdón a los gañanes) al frente de la concejalía de Hacienda-,
anduvo lista y afeó a esa concejal, de apellido Calcerán, su hipocresía: si tan
en contra está del desalojo de los ocupas, dijo, que les ofrezca alguno de sus nueve inmuebles.
A
esto, la alcaldesa replicó que no es
contradictorio tener un determinado patrimonio y defender un planteamiento
ideológico concreto (que se lo digan a todos los rojiprogres… no sé, Bocabuzón
y el nieto del picador, artistas de
izquierdas que se dedicaron a producir algo tan aparentemente casposo como las
películas de folclóricas). En parecidos términos, la concejal en cuestión
afirmó con todo desahogo que tener un
cierto patrimonio no impide defender el reparto de la riqueza.
Es cierto.
Pero te convierte en una hipócrita, hija mía, salvo que la riqueza por la que
empieces a repartir sea la tuya. Cosa que no ocurre en este caso.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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