Hoy
es uno de esos días en que me salto la regla del first in, first out y hago que una de las últimas noticias
recibidas sea la primera en salir. Entre otras cosas, porque de publicarla cuando toca (que sería el 11 de
Diciembre) habría quedado obsoleta. No por el hecho luctuoso a que me referiré,
sino por el ejemplo de miserabilidad: los perpetradores del mismo en lo único
en lo que son generosos son en las razones que dan para que se les tenga un
profundo asco y el más absoluto desprecio.
Ayer
por la mañana murió Rita Barberá, la que fue alcaldesa de Valencia durante un
cuarto de siglo y presunta implicada en una trama de corrupción. Falleció de un
ataque al corazón; sin ser médico, diría que al mismo contribuyeron las
vicisitudes que tuvo que soportar en estos últimos meses. Merecidas o no –en ese
extremo no entro-, de seguro que no fueron plato de gusto y que la tuvieron que
afectar.
En el
Congreso se guardó un minuto de silencio. Lo guardaron todos los grupos
políticos salvo el neocom, que se ausentó de la cámara, con pretextos más o menos políticamente correctos –que si
sería hacer un homenaje a una corrupta, que si esas cosas pertenecen a la
esfera privada…- pero inadmisibles en todo caso.
Quizá
no sea el más indicado para criticarles. Yo, por ejemplo, no guardo un minuto
de silencio por nada ni por nadie, al menos en público. Y no hago
excepciones: no lo guardé por las víctimas del 11 de Marzo, sin ir más lejos.
Mis silencios y mis oraciones me los reservo para mí. Pero no voy dando la nota
por ahí. Y, desde luego, no hago escarnio de los muertos, ni siquiera como
humor negro. Pero todos sabemos que los de la extrema izquierda tienen, en el
lugar de la conciencia, un saco de estiércol.
Con mis
disculpas para el ganado bovino, por supuesto.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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