Cuando
leí el titular de que los bautizos se enfrentan al ateísmo de los padres y a unas celebraciones muy caras sólo
pensé que allí podría haber material para una entrada del blog, así que la
anoté en el fichero que tengo para estas cosas y no volví a pensar demasiado en
ella.
Ha sido
al acercarse el momento de tener que escribir la entrada cuando, como casi de
costumbre, han empezado a surgir las ideas que debería poner por escrito. Y la
primera de ellas es que lo de las celebraciones caras es una chorrada como un
castillo. Seamos serios: para celebrar un bautizo como Dios manda (y nunca
mejor dicho) sólo son imprescindibles seis personas: los padres, los padrinos,
el bautizando y el cura. Ni una más. Así que el resto de la fanfarria que
acompaña a lo que no debería ser nada más –y nada menos- que un sacramento es
lo mismo que convierte las comuniones en un acto social que hasta los que no
son cristianos quieren celebrar (esa estupidez de las primeras comuniones laicas, seguidas tiempo después por los bautizos laicos) porque lo que se ha
vuelto importante (para los padres y para los niños) no es el significado
religioso del acto, sino el tirar la casa por la ventana para demostrar, cual
Obamas chonis, que sí, se puede
gastar un pastizal en algo que debería ser un acto íntimo y familiar.
En cuanto
a lo del ateísmo de los padres… al menos en España, más que ateísmo se trata,
pienso yo, de pereza, desidia, apatía o como queramos llamarlo. De esa pérdida
de valores que hacen que ocurra lo que he señalado en el párrafo anterior.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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