Es
lugar común entre los progres y los maricomplejines que la banda terrorista
de ultraizquierda de origen vasco ha sido derrotada. Nada más lejos de la
verdad: en realidad, han triunfado, o casi. Si no han conseguido sus objetivos
últimos, están muy próximos a ello.
Por una
parte, detentan una enorme cuota de poder sin haber tenido que hacer ninguna
concesión, salvo la de dejar de matar (y eso, como señalan los conocedores de
ese mundo, cada vez les resultaba más difícil, por lo que tal renuncia es como
la de la zorra que dijo que las uvas estaban verdes): ni entrega de armas, ni
arrepentimiento, ni condena de su pasado. Nada. Siguen en la misma posición en
la que estaban, sólo que ahora no llevan capuchas (lo cual es una pena, porque
la fealdad de sus rostros se corresponde con la horripilancia de sus almas
negras y podridas).
Por otra,
han conseguido que el llamado nacionalismo
moderado –ese que, en palabras del exjesuita, recogía las nueces que caían
cuando otros sacudían el árbol- haya ido radicalizando su mensaje en un intento
de no perder cuota electoral. Y, como sucede siempre en tales casos, el
objetivo sólo se consigue, en el mejor de los casos, a medias, porque entre el
original y la copia, entre la herrikotaberna
y el batzoki, los electores
potenciales siempre preferirán el producto genuino.
Muestra
palpable de todo lo que acabo de decir fue el incidente de hace tres semanas en
Alsasua, cuando casi medio centenar de terroristas –porque eso es lo que eran,
eso es lo que son- atacaron a dos guardias civiles y a sus parejas al grito de pikoletos hijos de puta. Muestra palpable
es que ese despojo humano cuyo nombre es Guillermo Toledo arremetiera contra las víctimas del atentado, y no contra los terroristas. Muestra palpable es que el
Partido Socialista Obrero Español, como en los peores tiempos, firmara contra
la masiva presencia de la Guardia Civil en Alsasua. Muestra palpable es que un
terrorista –porque eso es lo que era, eso es lo que es- le propinara un
puñetazo al presidente de Nuevas Generaciones de Vizcaya sólo por sus ideas políticas.
Muestra
palpables es, en fin, la viñeta que el dibujante Ricardo publicó en el diario El Mundo al día siguiente del atentado,
y que reproduzco a continuación. Justo antes de la despedida que hoy, como
homenaje, tomo del estribillo del Himno de la Benemérita.
¡VIVA ESPAÑA!
¡VIVA EL REY!
¡VIVA EL ORDEN Y LA LEY!
¡VIVA LA GUARDIA CIVIL!
No hay comentarios:
Publicar un comentario