El
problema de los movimientos integristas es que antes o después –y,
generalmente, antes que después-, a alguno de sus integrantes le aparecen
esqueletos en el armario. Hablando metafóricamente, claro.
Son
como los que predican contra la promiscuidad y son, en realidad, unos puteros
de marca mayor. Los que claman contra el despilfarro pero se van de luna de
miel a Nueva Zelanda. Los que participan en partidos contra la droga mientras
se esnifan raya tras raya o son condenados por doparse. Los que han
confraternizado con acosadores pero se suben al carro de los que los denigran
cuando la marea del rechazo social sube.
O
los que son activistas de ese movimiento contra el acoso a las mujeres… y acaban
siendo denunciados ellas mismas por acoso sexual.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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