Como cantante, Marta Sánchez ni me va ni me viene. Reconozco que tiene
una buena voz y que sabe cantar (que su padrino fuera Alfredo Kraus algo tendría
que ver), como espero que ella reconociera –si se diera el caso- de que, al menos
al comienzo de su carrera, se aprovechó de su físico para triunfar (no es una crítica,
es sólo un comentario).
Del mismo modo, la letra que le ha puesto a la Marcha Real me parece
entre ñoña y empalagosa, aunque la mayor parte de los himnos nacionales adolecen
de ese defecto (luego están La Marsellesa o –supongo- Los segadores,
donde corre más sangre que en una película gore). Pero estoy dispuesto a perdonarle
todo eso vista la reacción que ha suscitado entre los políticos: los de (teóricamente)
derechas, PP y Ciudadanos, han elogiado la valentía de la cantante, mientras
que los neocom la han criticado (eso de poner letra a la cutre pachanga
fachosa no está pero que nada bien, dónde vamos a ir a parar) y los socialistas,
con menos vista que Mr. Magoo y Rompetechos juntos, ha
intentado nadar entre dos aguas.
Incluso me parece bien la iniciativa de recogida de firmas para que
la letra sea la oficial y la artista la
cante en la final de la Copa del Rey de fútbol. Más que nada, por cómo rabiaría
la Farça…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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