Pocas
ocasiones se habrán dado en este blog en las que el título de la entrada haya
resumido más acertadamente que en ésta mi sentir ante la noticia que
corresponde comentar.
Porque,
la verdad, tampoco hay mucho que decir. La sedicente y sediciosa asamblea
nacional catalana –en tres palabras, tres falsedades: no es una asamblea, sino
un contubernio de facciosos; no es nacional, sino puramente regional; y no es
de toda Cataluña, sino que únicamente representa a una parte de la misma, y no
precisamente la mayoritaria- acordó declarar persona non grata a Su Majestad el Rey de España, don Felipe VI.
Es
una muestra más de cómo aquellos que detestan a España y a los españoles,
aunque vivan –y muy bien a costa de una y de otros- buscan, a través de gestos
sectarios y perfectamente inútiles, intentar molestar al país y a sus
habitantes. Y eso es así ocurra en Estella o en Viana, buscando desvincularse
del símbolo de la unidad y permanencia de la patria común e indivisible de
todos los españoles, por emplear en acertada concatenación dos preceptos de la
norma suprema del ordenamiento jurídico patrio.
En
resumen, que esos golpistas podrán decir lo que les plazca y declarar lo que
les pete. El Jefe del Estado (y de las Fuerzas Armadas, que tienen entre otras
misiones preservar la unidad e integridad de la patria) seguirá siéndolo de
todos los españoles –hasta de los que no quieren serlo- y yendo a cualquier
lugar de nuestro país, con la certeza de que, aunque haya energúmenos que
demuestren su grosería, habrá muchos más españoles de bien que demostrarán su
afecto y respeto por la real persona y por lo que representa.
Y sí, soy monárquico. ¿Se nota mucho?
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
¡¡¡VIVA EL REY!!!
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