José
Guardiola ya empieza a resultar cansino con su manía de ponerse un lacito
amarillo en la pechera. Y lo hace aunque la Federación Inglesa de Fútbol ya le haya apercibido por hacerlo.
Siempre
he dicho que Guardiola, futbolísticamente hablando, es el entrenador más
sobrevalorado del que he tenido noticia. En el Barcelona hizo lo que hizo
porque tenía a quien tenía –el enano hormonado, el charnego, el manchego acomplejado
y demás compañeros mártires-, siendo luego igualado, o casi, por Luis Enrique
(al que nadie considerará como un entrenador fuera de serie), y superado en
Liga (de momento) por Valverde. En el Bayern de Múnich no logró siquiera
igualar lo hecho por su predecesor, y eso que el equipo bávaro es una
apisonadora en la Bundesliga como no se ha visto en otra competición nacional
de nivel equivalente. Y en el Manchester City ha necesitado llegar a la segunda
temporada –y gastarse un pastizal en fichajes- para marchar destacado hacia su
primer título de campeón de la Premier. Si a eso añadimos que su ojo fichando
jugadores es manifiestamente mejorable, ¿qué tenemos?
Pues
a un fanático ególatra, soberbio, embustero y mala persona. Una joyita, vamos…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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