Manuela
Carmena es muchas cosas. Abogada. Juez. Alcaldesa de Madrid. Filoterrorista o,
al menos, excesivamente comprensiva con los miserables asesinos del hacha y la
serpiente. Presunta defraudadora fiscal. Y muy sectaria.
La
Ley de Desmemoria Histérica que parió
Rodríguez es una norma profundamente sectaria y, por ello, probablemente
inconstitucional, aunque nadie haya tenido, a lo que parece, los santos dídimos
de plantear la cuestión. Considera que todos los de un bando, el rojo, fueron
buenos y murieron injustamente, y que todos los del otro, el facha, fueron
malos y se merecían cualquier desgracia que les sucediera.
En
realidad, no sé si lo considera así, pero no me extrañaría en absoluto. Porque no
de otra manera se explica que, en ese afán de la izmierda por desenterrar muertos y reabrir heridas, pretendiera
incluir en la placa que iba a colocar en el cementerio de la Almudena como
homenaje a los fusilados por el franquismo en el primer lustro tras la guerra a
trescientos treinta y cinco chequistas. Trescientos treinta y cinco animales. Trescientos
treinta y cinco bestias. Trescientos treinta y cinco asesinos. Trescientos
treinta y cinco miserables. Trescientos treinta y cinco personas que, es duro y
poco cristiano decirlo, están mejor muertas.
Para
la última frase de esta entrada, esa que suelo usar para rematar en un párrafo
aparte, me remito al título. No se puede decir más claro lo que pienso de ella.
Y que me perdone la creadora del muñeco de ventriloquía.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario