Los
políticos en general se suben al carro que pasa, sea éste cual sea, con tal de
intentar arañar votos. Lo hacen con la mayor desfachatez, aunque hasta unos
minutos antes hayan estado defendiendo la postura radicalmente contraria. En esto,
los socialistas españoles son especialmente duchos.
Ocurre,
por ejemplo, en el caso del voto femenino. Los socialistas no paran de darse
golpes de pecho proclamando su defensa de la igualdad entre los sexos (que no
entre los géneros)… y olvidando que cuando salió a debate el tema, durante la
segunda república, ellos estuvieron en contra de dar el voto a la mujer (un ser
inferior al fin y al cabo, debieron pensar, siempre sometida a lo que dijeran
su esposo o los curas), y fue la derecha –Clara Campoamor, principal defensora
parlamentaria del sufragio universal, nunca perteneció al partido socialista-
la que permitió que la medida fuera aprobada.
También
ocurre en el tema de la educación en español en toda España. Durante décadas,
el PSOE (también el PP, pero ese es otro tema) le ha seguido el juego a los
partidos regionalistas en el tema de la inmersión –ahogamiento, más bien- lingüística.
Ahora, visto que los españoles empezamos a demostrar que estamos hartos del
tema, declaran que quieren defender el español ante las ansias independentistas: no creen que el artículo 155 deba
cambiar la política lingüística en Cataluña, pero si un posible Pacto de
Estado.
Lo
que pasa es que este giro copernicano ha pillado a algunos a contrapié, y
claro, ya está el lío montado con aquellos socialistas que antes que españoles
son socialistas (y, por tanto, antiespañoles).
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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