Las
manifestaciones convocadas el pasado ocho del corriente, día internacional de
la mujer (no sé si mujer con matices
o a secas), hicieron, desde mi punto de vista, un flaco favor a aquellas que
decían defender. Me refiero, básicamente, a las celebradas en España, claro
está, que de las celebradas allende nuestras fronteras no me he preocupado en
recabar datos (de las patrias tampoco, pero como nos han bombardeado a
noticias, pues…).
¿Y
por qué digo esto? Porque fueron manifestaciones absoluta y totalmente
ideologizadas, por no decir directamente politizadas. Por la izquierda, claro,
a la que se le llena la boca con la defensa de la mujer pero que a la hora de
la verdad la relegan de mala manera, salvo excepciones.
Y
luego está la chabacanería, la grosería, el mal gusto de las proclamas, como
ese cartel que ponía yo me masturbo. Si
un hombre llevara otro que dijera lo equivalente, algo así como yo me mato a pajas, sería tildado de
guarro, cuando no de pervertido. Pero si lo dice una feminazi, está bien.
Para
finalizar, la incoherencia: las feministas anticapitalistas terminaron la manifestación
comiendo hamburguesas… en un McDonalds.
Y
una nota personal. Ese día me pillé un buen rebote porque, al encender el
ordenador del trabajo me saltó –no a mí, sino a todos- una viñeta de Forges sobre
el tema, plantada allí por el servicio de informática a petición de la comisión
de igualdad. Lo que me molestó fue, como en casi todo, la parcialidad. Quiero
decir,¿quién decide qué está bien y qué está mal? ¿Dónde hemos dejado la libertad
de opinión? ¿Es que hay cosas que son ontológicamente defendibles sí o sí, sin importar
cómo? ¿Van a hacer lo mismo en Navidad con un mensaje de Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad?
Por
ejemplo…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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