A
los totalitarios, como puso magistralmente de manifiesto Orwell en su Rebelión en la granja (qué manera de
cargarse la trama, cuando el título original era un sencillo Animal farm), se les llena la boca
hablando de libertades, pero sólo hasta que alcanzan el poder, momento en que
se las aplican sólo a sí mismos. Naturalmente, en el proceso, sólo reconocen
esas libertades a los de su cuerda.
Viene
todo esto a cuenta de la petición de los neocom
de que los ayuntamientos puedan colgar la bandera republicana (la de la segunda república, porque la primera mantuvo
la enseña rojigualda) en sus fachadas sin que tal cosa constituya delito. Estoy
seguro de que esos defensores de las libertades (propias) pondrían el grito en
el cielo si, en justa reciprocidad, se solicitara que los ayuntamientos que lo
desearan pudieran hacer ondear la bandera oficial de España hasta 1.981 (o,
para decirlo otra manera, el trapo del
pollo).
Estoy
seguro de no equivocarme ni lo más mínimo…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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