viernes, 25 de mayo de 2018

Casticémonos

Esta es una de esas entradas en las que, prácticamente concatenando titulares, la cosa se escribe sola y, además, alcanza una longitud respetable. Sin embargo, intentaré poner algo de mi parte… además de este párrafo introductorio y de la habitual frasecita final.
Tenemos el caso de una pareja de jóvenes… sí, jóvenes, aunque ella tenga treinta años y él frise la cuarentena, con unos medios que alargan la juventud hasta al menos bien entrada la cuarta década de vida y anticipan la vejez hasta poco después de traspasar el umbral de la sexta (no, no el canal televisivo). Tenemos, pues, a esta pareja. Les unen varias cosas: los ideales políticos, el trabajo… y entre ellos salta la chispa y surge el amor, por más que ella sea una convencida feminista y él haya mostrado ramalazos de intolerancia machista. Intiman, una cosa lleva a la otra (esto es una conjetura razonable) y sucede lo que tradicionalmente se ha llamado que ella quede en estado de buena esperanza. En palabras de los cursis de izquierdas, deciden emprender un proyecto familiar.
Preocupados por las nuevas vidas –son mellizos-, deciden, tras pensarlo detenidamente, que será mejor criar a los niños (o las niñas, o les niñes, o los seres vivos aunque no humanos, según a quién preguntes) en un entorno más sano que la ciudad. Estudian el mercado y se deciden por una casa con parcela en un pueblo de la sierra Norte de Madrid. Ambos trabajan y tienen buenos sueldos, aunque su profundo compromiso ideológico con los menos favorecidos (o, por emplear las palabras del joven casi cuarentón, los de una clase social muy inferior a la suya) hace que donen parte de sus ingresos a la organización a la que pertenecen. Las perspectivas laborales a medio plazo varían según a quién preguntes, pero son prometedoras, y deciden afrontar la compra de la casa, por un precio de cien millones de las antiguas pesetas. Al cambio, unos seiscientos mil euros.
Hasta aquí, ningún problema. Como ha dicho algún amigo de la pareja, es algo normal y que muchas familias españolas han hecho. Como ha dicho otro, pagarán de por vida una letra de quinientos euros; a pesar de emplear un término tan económicamente desfasado en relación con la adquisición de una vivienda como el de letra de cambio (es politólogo, sea lo que sea eso, no economista, aunque luego vaya asesorando sobre monedas a dictaduras bananeras), vamos a admitir el capote… y ¡qué demonios!, por los hijos se hace lo que sea.
El problema es cuando alzamos el telón del anonimato y ponemos nombre a los personajes de nuestra historia. Él es Pablo Manuel Iglesias Turrión, Junior para este blog, secretario general de los neocom españoles. Ella es Irene Montero, su actual calientacamas y portavoz del grupo neocom en el congreso. Su ideología, la comunista, variedad neocom: opuesta al lujo, favorable a la ocupación de viviendas (ajenas)…
Es decir, que la soberbia del coletas y la inconsciencia de la portabocas les ha hecho caer en un error de cálculo. En una rara coincidencia con la verdad –rara en los políticos, más aún en los demagogos populistas como éstos-, él ha dicho que les criticarán hagan lo que hagan. Y así ha sido. Les han caído tortas desde fuera y desde dentro de la organización. No por hacer lo que han hecho, que es respetable, sino por la incoherencia que supone en relación con la ideología que defienden. Como muy bien ha dicho cierto diario digital en uno de sus editoriales
Si los líderes de Podemos quieren vivir como ricos, nadie puede impedirles hacerlo, pero al menos deberían tener la decencia de admitir que todo lo anterior era mentira.
Y luego está la incoherencia entre una y otro: ella ha asegurado que su salario actual les ha permitido llevar adelante ese proyecto (y dale con la palabrita)… pero Junior dice que han tenido que pedir ayuda a su padre (el de ella). Lo que no deja de ser curioso, teniendo en cuenta que los progenitores de él suman seis inmuebles con un valor total de un millón de euros. En cuanto a la entidad bancaria que les ha proporcionado la hipoteca, ha resultado ser una muy vinculada con el proceso golpista en Cataluña.
Volviendo a las reacciones, las hay de todos los colores. Unas en serio, otras en broma y otras que, siendo serias, suenan a broma. El alcalde de Cádiz dice que ni lo he pensado ni quiero dejar de vivir y criar a mis hijos en un piso de currante. La plataforma de afectados por las hipotecas se ha apresurado a apoyarles diciendo que si algún día la (de momento) feliz pareja tiene problemas con su hipoteca, que no duden que allí estarán (aunque sin aclarar para qué). El gobierno, con una sorna bastante gallega, se ha felicitado de que gracias a su política la joven pareja pueda hacer un proyecto de vida. Un rapero neocom ha resumido la cuestión señalando que Junior tiene aún más jeta que ego (y eso, añado yo, es tener mucha jeta). Ciudadanos anónimos, quizá buscando reconciliar a la pareja con sus ideales, han colocado una pancarta en la valla del chalé en la que dan la bienvenida a refugiados y ocupas.
Como la soberbia de uno y otra les impide recular, su populismo caudillista (o su caudillismo populista, tanto da que da lo mismo) les impulsó a hacer una consulta a los inscritos neocom para que decidan si, visto lo comprado, deben seguir en sus puestos o dimitir, concediéndoles una semana de plazo para expresar su opinión… aunque (soy malo, lo sé) sin aclarar si acatarán el resultado de la votación o no.
Vamos finalizando: él ha llamado miserables a quienes han comparado los escraches con la colocación de la mencionada pancarta (lo primero eran jarabe democrático, lo segundo será, supongo, cosa de fascistas); ella, demostrando que entre las cualidades por las que ha sido designada portavoz no se encuentra precisamente la oratoria, ve coherente la compra si no es para especular, y tras afirmar implícitamente que un ministro del PP compró un ático por una cantidad similar con ánimo especulatorio, tiene el cuajo de afirmar que ella no ha dicho tal cosa.
Termino. Admito que alguien se pueda declarar comunista. Admito que cualquiera intente ganar todo el dinero que pueda (si es honradamente) y vivir lo mejor posible. Lo que no admito es que ambas circunstancias se den en la misma persona ni, sobre todo, que pretendan hacerme tragar con la rueda de molino de que eso no es un ejercicio de incoherencia e hipocresía.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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