A
Andrés Iniesta hay que agradecerle que marcara el gol en la final del
Campeonato mundial de Fútbol de 2.010, en Sudáfrica, que le dio la victoria a
España. Nada más.
Porque
con ese afán de quedar bien con todos, o ese miedo a hablar con libertad en
Cataluña en general y en el Barça en
particular, en el plano personal el futbolista de Fuentealbilla (Albacete,
bruja Piruja, ¿te enteras?) ha quedado a la altura del betún. Al defender el diálogo entre los delincuentes y el
Estado de Derecho, demostró que su catadura moral, si bien por encima de la del
charnego infame, no queda muy lejos de ella.
¿Que
se va a China? Pues que le vaya bien. Algunos no le echaremos de menos…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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