Con
notables y raras excepciones, la izquierda en España siempre ha sido enemiga
de, valga el retruécano, España. Ignoro si esta tara de origen se debe al
carácter internacionalista del marxismo o bien surge de algín elemento más
profundo y malvado, pero el hecho es que así es.
Si
dijera esto de viva voz, algún conocido quizá me diría que soy un exagerado, o
puede que un sectario. No niego que quizá hubiera algo de razón en tales
calificativos, pero de no serlo me quedaría sin materia para este blog en
general y la entrada de hoy en particular.
Puede
que sea ese sectarismo el que me predisponga a ver en cualquier actitud de la
izquierda, tanto más cuanto más extrema sea ésta. Sesgo de confirmación, creo
que lo llaman. Pero me gustaría que quien no esté de acuerdo con mis
conclusiones trate de demostrarme que me encuentro en un error.
Porque,
¿cómo cabe interpretar que los neocom
acompañen a los asesinos del hacha, la serpiente y la capucha en su pretendido
manifiesto de pretendida disolución, mientras que los paleocom (algo de dignidad, de amor propio o quizá de vergüenza torera,
parece que les queda a los de la hoz y el martillo) no asistirán al acto? ¿O
que una bestia sobre dos patas lea a cara descubierta esa sarta de falsedades
sin que a nadie se le caiga la cara de vergüenza? ¿O que el PSOE, siempre tan
comprensivo con los asesinos, pida al presidente del Gobierno el acercamiento
de los asesinos presos a Vascongadas con discreción?
¿O que, con la cantidad de muertos que tienen entre sus filas, nadie en la
izquierda reaccione cuando los terroristas exigen impunidad y amnistía para sus
crímenes?
Dije
que podían tratar de demostrarme mi error. No dije que lo consiguieran, y mucho
menos que fueran a convencerme.
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