Esta
entrada sale publicada poco después del final de la final de la Copa de Europa
de Fútbol (¿liga de campeones? Vamos, anda…), pero la escribo horas antes de
que comience, así que no sé lo que pasará (habrá
pasado, para cuando lo lean).
Mucho
se ha hablado en los últimos tiempos de la posibilidad de que el jugador
brasileño Neymar, esta temporada en las filas del Paris Saint-Germain y las
anteriores en las del Fútbol Club Barcelona, vaya a ser fichado por el Real
Madrid. Aunque no me considero merengue –soy periquito-, mi antibarcelonismo y
unas expectativas realistas hacen que apoye a y me preocupe por el Real Madrid.
Neymar
es un gran jugador, qué duda cabe. Uno de esos capaces de desequilibrar un
partido él solito. Pero también un chulo, un caprichoso y un veleta. Lo fue en
Brasil, lo ha sido en Barcelona, lo está siendo en París y lo seguirá siendo,
salvo que cambie mucho de carácter (posible, aunque improbable), en Madrid. Por
lo tanto, no me parece una buena idea meterlo en el vestuario blanco, donde ya
hay un gallo que, aunque en el ocaso de su carrera –dada su edad, aunque uno
nunca sabe cuánto va a durar ese ocaso ni a qué nivel rendirá-, todavía da
picotazos (el nada humilde Cristiano Ronaldo, por supuesto). La bronca estaría
servida, y aunque los beneficios económicos de la jugada serían previsiblemente
elevados, los deportivos resultan más sujetos a imponderables.
Hay,
sin embargo, una razón, una sola, por la que me gustaría que el brasileño
acabara en el club de Concha Espina. Y como el enano hormonado lo ha dicho de
un modo insuperable, reproduzco sus palabras. Porque
Sería terrible ver a Neymar en el Madrid, un duro golpe al barcelonismo.
‘nuff said!, que dice Stan Lee.
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